sábado, 24 de abril de 2010
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A MI ESPOSO:
Con gratitud infinita por haber-me regalado un carrete de hilo azul cielo (misma que él insiste... es verde), y el antiguo dedal labrado de plata de la abuela en donde le poníamos agua a los duendes.
Pero sobre todo por enseñarme a bordar sobre su piel.
Agua mecánica
sistema de compuertas
tuercas y tornillos rechinan
en el engranaje de relojes de cuerda
elaborados procesos en la maquinaria
imprimen un ritmo cacofónico
son los pasos de dios que se aleja
se va de vacaciones
confiando su tarea a la muerte
Mientras espero a mi amante, veo por la ventana, veo la calle mojada, la suave llovizna que humedece la acerada acera helada; sobre el vidrio las gotas resbalan lentas y pausadas, en el aire se siente la densidad del agua que enfría lugares, ropa, muebles y ansiedades.
UN GATO
Escuchando Orochi de Kitaro, estoy escribiendo con mis ojos más verdes que nunca y más inflamados que nunca, nunca he llorado a un ser viviente alguno tan intensamente como a mis gatos, los cuales son verdaderamente extrañados. Me siento cansada, pero eso sólo será hoy, mañana seguiré con mi insolencia y desfachatez. Cuando un ser realmente ha compartido el latir del corazón no hay razón por la cual no llorar, no habría razón por la cual no echar de menos la suavidad y la aterciopelada piel de un amigo con garras y colmillos que siempre me fue fiel. Es un maullido que se eleva al cielo, es la elasticidad de la más sublime belleza. Verlo dormir en mis piernas, recordarlo esperándome por las noches en las escaleras.
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